Desde las inmensidades del cielo, ella un día descendió por que así lo quiso dios, cubierta en oro, zafiro, esmeralda y en finas telas de algodón, la vi descender de una nube tan alta como el mismo sol.
Contemple su belleza, extasiándome en su mirada y así pude admirar ese collar de perlas que es su sonrisa y así soñar con besar sus labios tan puros como la brisa, tome su mano y al rozar esa piel tan suave y lisa, pensé hoy he encontrado a la mujer de mi vida.
En ese momento me embriague de ese aroma tan especial, luego volví mi mirada a su rostro tan angelical y pensé. Ya se que existe algo mas allá de lo que la vista puede alcanzar.
Se sentó a mi lado y navegamos ese mar de pasiones que entre ella y yo se comenzó a crear. Visite cada puerto de su cuerpo anclándome en su mirar y navegue sin cesar por las playas de su belleza sin igual.
Surque sin rumbo fijo su mar y admirando cada paisaje que su cuerpo me a de brindar, me convertí en pirata de su cuerpo adentrándome cada ves mas a alta mar. Iba y venia sin cesar, colonizando cada isla de su cuerpo que mi ojos podían divisar.
Navegando mas y mas fui creyendo que el amor existe de verdad y sin dejar de navegar surque su mar observe bellezas, que sin estar enamorado no se pueden admirar, aferrado a sus manos viaje sin parar hasta que un día decidí anclar en la isla de su corazón y si ser naufrago por siempre de su amor tan grande como el mismo sol.
Y ahora aquí me encuentro, naufrago de esa amor que me brindo dios y no quiero rescate alguno que me separe de esta isla que eres tu mi gran amor.
El oficio sagrado...
Hace 10 años
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